En 1821 se estableció en Buenos Aires el sufragio universal masculino. ¿Qué papel jugó en la instauración de una nueva legitimidad política basada en formas republicanas de gobierno? ¿Quiénes votaban, cómo lo hacían y qué efectos tuvo el acto de sufragar para una sociedad acostumbrada a jurar fidelidad a un rey muy lejano y desconocido? En La revolución del voto se exploran algunas respuestas a estos interrogantes con el objeto de establecer los puntos de contacto entre los procesos electorales y las viejas cuestiones que ya ha dejado planteadas la historiografía argentina y latinoamericana. La arraigada convicción de que en el temprano siglo XIX argentino sólo hubo caudillos y guerras civiles ignora que las prácticas violentas convivieron con otras más pacíficas –las elecciones y la designación de representantes– tanto o más relevantes para explicar la conflictividad política posterior a la Revolución de Mayo. Caudillismo y representación política, lejos de constituir fenómenos antagónicos, reproducen una compleja trama en la que el voto resulta un factor fundamental a la hora de dirimir los conflictos internos de la elite y de resolver el mayor de los problemas generados por la Revolución: encontrar una fórmula que fuera capaz, al mismo tiempo, de legitimar el poder político y de generar obediencia regulando la relación entre gobernantes y gobernados. La cuestión del sufragio aparece, pues, en la base misma de esta inestabilidad y en el horizonte de todo los modelos representativos discutidos y aplicados en el Río de la Plata entre 1810 y 1850.

la revolución del voto (2da.edición) - marcela ternavasio

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En 1821 se estableció en Buenos Aires el sufragio universal masculino. ¿Qué papel jugó en la instauración de una nueva legitimidad política basada en formas republicanas de gobierno? ¿Quiénes votaban, cómo lo hacían y qué efectos tuvo el acto de sufragar para una sociedad acostumbrada a jurar fidelidad a un rey muy lejano y desconocido? En La revolución del voto se exploran algunas respuestas a estos interrogantes con el objeto de establecer los puntos de contacto entre los procesos electorales y las viejas cuestiones que ya ha dejado planteadas la historiografía argentina y latinoamericana. La arraigada convicción de que en el temprano siglo XIX argentino sólo hubo caudillos y guerras civiles ignora que las prácticas violentas convivieron con otras más pacíficas –las elecciones y la designación de representantes– tanto o más relevantes para explicar la conflictividad política posterior a la Revolución de Mayo. Caudillismo y representación política, lejos de constituir fenómenos antagónicos, reproducen una compleja trama en la que el voto resulta un factor fundamental a la hora de dirimir los conflictos internos de la elite y de resolver el mayor de los problemas generados por la Revolución: encontrar una fórmula que fuera capaz, al mismo tiempo, de legitimar el poder político y de generar obediencia regulando la relación entre gobernantes y gobernados. La cuestión del sufragio aparece, pues, en la base misma de esta inestabilidad y en el horizonte de todo los modelos representativos discutidos y aplicados en el Río de la Plata entre 1810 y 1850.