Tras el rastro animal nos abre una vía de entrada al extraordinario pensamiento de Baptiste Morizot. Con un estilo que mezcla narración en primera persona y argumentación filosófica, Morizot nos conduce desde los bosques del Alto Var hasta las cumbres nevadas de Kirguistán y el parque nacional de Yellowstone en busca de lobos, osos, leopardos, y otros tantos animales considerados salvajes. La práctica del rastreo se une asi a la reflexión filosófica, dando lugar a lo que el autor denomina un «rastreo enriquecido filosóficamente», actividad que permite reconfigurar por completo nuestra relación con los animales y con el resto de losmvivientes: alejada de consideraciones que postulan al animal como un enemigo salvaje al que hay que temer o como un amigo bonachón al que hay que amaestrar, la experiencia del rastreo filosófico nos permite convertir aquella relación en una verdadera «geopolitica» interespecies, que habilite nuevas formas de cohabitar con los no-humanos.
«Rastrear es enriquecer los hábitos. Es del orden del devenir, de la metamorfosis de sé: "activar los poderes de otro cuerpo", según escribe el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, es encontrar en sí la curiosidad saltarina del cuervo, la manera de estar vivo del gusano -acaso incluso, como él, sentir la respiración por la piel-, la paciencia deseante
del oso, o la abastecedora de la pantera, o también aquella otra bien distinta de los lobos padres ante un lobezno turbulento.

Tras El Rastro Animal - Baptiste Morizot

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Tras el rastro animal nos abre una vía de entrada al extraordinario pensamiento de Baptiste Morizot. Con un estilo que mezcla narración en primera persona y argumentación filosófica, Morizot nos conduce desde los bosques del Alto Var hasta las cumbres nevadas de Kirguistán y el parque nacional de Yellowstone en busca de lobos, osos, leopardos, y otros tantos animales considerados salvajes. La práctica del rastreo se une asi a la reflexión filosófica, dando lugar a lo que el autor denomina un «rastreo enriquecido filosóficamente», actividad que permite reconfigurar por completo nuestra relación con los animales y con el resto de losmvivientes: alejada de consideraciones que postulan al animal como un enemigo salvaje al que hay que temer o como un amigo bonachón al que hay que amaestrar, la experiencia del rastreo filosófico nos permite convertir aquella relación en una verdadera «geopolitica» interespecies, que habilite nuevas formas de cohabitar con los no-humanos.
«Rastrear es enriquecer los hábitos. Es del orden del devenir, de la metamorfosis de sé: "activar los poderes de otro cuerpo", según escribe el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, es encontrar en sí la curiosidad saltarina del cuervo, la manera de estar vivo del gusano -acaso incluso, como él, sentir la respiración por la piel-, la paciencia deseante
del oso, o la abastecedora de la pantera, o también aquella otra bien distinta de los lobos padres ante un lobezno turbulento.